viernes, 11 de abril de 2014

CUANDO APRECIAMOS EL VALOR DEL ERROR

Que es mejor, aprobar todas o suspender alguna asignatura?
Es una pregunta con trampa a la que debemos dar una respuesta sencilla, clara y sobre todo con contenido. Todos los padres queremos que nuestros hijos aprueben todas las asignaturas y si es con nota mejor. Inculcamos a nuestros hijos e hijas que es muy importante estudiar y aprobar los exámenes, así como prestar siempre atención en clase y portarse bien. La verdad es que nos tendríamos que plantear si estamos exigiendo mucho o poco en función de las habilidades, capacidades  y competencias de nuestros hijos. Lo malo de todo, es que cuando un niño suspende o no consigue los objetivos de aprobar todas las asignaturas, creemos que algo malo está pasando, como que no ha estudiado lo suficiente, que no ha prestado atención en clase, que no se entera o en algunos casos, que ha tenido un despiste. Pocas veces enfatizamos nuestra atención en el modelo educativo que nuestros hijos están padeciendo o en la falta de habilidades de algunos de los profesionales que se dedican a la maravillosa aventura de educar.
También le damos poca importancia a la grandeza de ver nuestros errores, para ser más conscientes de ellos y poder sacar conclusiones positivas que permitan a nuestros hijos madurar, crecer interiormente  o tomar mayor conciencia de su situación personal. Un error siempre es una oportunidad de mejora y así hay que verlo. Para nuestros hijos o alumnos, suspender una asignatura es uno de los primeros  fracasos a los que se enfrentan en sus edades escolares. Muchos de ellos tienen incluso miedo de comunicárselo a sus padres. Otros ya están acostumbrados a suspender dado que los adultos le estamos condicionando constantemente con verbalizaciones como  “es que no te enteras de nada” “es que no estudias lo suficiente y te van a cargar” “es que siempre estas despistado en clase” “es que…..”

Qué pena. Estamos haciendo que los errores de un alumno se conviertan en su verdadera razón de ser. No sabemos  aprovechar la oportunidad de mejora que nos brinda un error. Cuando un alumno consigue por sí mismo  y con ayuda de su profesor o de sus padres, las conclusiones por las cuales no ha conseguido los objetivos propuestos, se inicia el camino de la confianza, la seguridad y la imagen positiva de uno mismo. En caso contrario, el alumno desconfía de sí mismo, le echa las culpas a otros y aumenta su inseguridad personal.  Es el alumno quien debe reconocer su error, es quien debe ver las causas por la cuales no ha conseguido sus objetivos y a partir de ese momento, el error cambia de estado negativo a positivo. Esto es educación. Lo demás es autoridad negativa, inseguridad, desconocimiento y falta de seguridad de los padres.

Cuando un niño, alumno  es capaz de verbalizar un error personal, analizando las  causas por las cuales no ha podido conseguir  sus objetivos a la vez que empieza a tomar conciencia de ello, es cuando será capaz de enfrentarse a nuevas situaciones con mayor confianza. Sin embargo, si ante un error le verbalizamos lo “burro que es” “lo poco que trabaja” “lo mal que atiende en clase” anulamos la capacidad del niño o alumno para que él pueda expresarlo, de tal forma que tome mayor conciencia de lo sucedido. Cuando somos nosotros quien le verbalizamos sus errores, se merma la capacidad de reacción de nuestro hijo.

Por lo tanto, ante la pregunta inicial, siempre que un niño reconozca su error, será capaz de poder reiniciar un cambio interno, podrá ver una oportunidad de mejora global al error cometido y estar más motivado para enfrentarse a situaciones difíciles que la vida por si misma le irá poniendo en su camino. Es muy importante que los padres y profesores ayudemos de una forma efectiva a los alumnos a superar momentos difíciles pero no imposibles de conseguir, evidentemente  teniendo las características personales del alumno y la situación de referencia. Si conocemos bien a nuestros hijos, podemos hablar con ellos para que interioricen al máximo el error y potenciar la motivación para poder superarlo con seguridad y confianza.

Por lo tanto, en el caso que mi hijo alguna vez suspendiera alguna asignatura en sus años escolares, tendría que generar el contexto adecuado para que mi hijo pudiera con mi ayuda, aprender positivamente del error cometido y  en la medida de lo posible, que no volviera a darse.

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